que el fin del mundo cabalga a través de tus pestañas.
Paseas
colgado de un universo en ciernes.
Camaradas de ideas pueriles ruedan a tus pies:
la ayuda que no cesa.
Entre sábanas rojas, polvos de azafrán.
A lo lejos,
imploras minutos de fantasía,
como rejas podridas,
mientras,
una mano fundiéndose
en la ayuda que no cesa.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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