jueves, 15 de agosto de 2013

EPÍLOGO (VI)

VII

          Finalmente, intentaré señalar algunas características de la poética que Rolando emplea en este libro, y que a lo largo de su amplia trayectoria fuera templando y complejizando.
          Es común que inicie los primeros versos con un arranque inesperado, con un espacio que predispone a la tensión (una gran fuerza centrífuga, diría la escritora Lucila Févola). Cito como ejemplos:  “¡Ay! me tildo/ me reviso...” o, “Recórcholis y Albricias...” o, “Esa mujer es un tugurio”.
          Otro procedimiento es el de cruzar los textos  con datos de la mitología clásica o popular, o utilizar recortes de la refranesca  a través de alguna variante de desmonte, con el propósito de alterar el significado tradicional: “Los papás queman porque amanecen más temprano”, “¡Qué lleno de mujeres era mi valle!”, “Una se malogró en plena senectud”.
          De este modo se llega al suceso humorístico, desplegando a veces la figura del antihéroe, o la del distraído , incluso  la del energúmeno atrapado en su anomia social. Parodiar es otra de las más caras tentaciones de Rolando: “llegué a apostar que me querías”, dice en su poema “La abuelita”.
          Quedan a consideración del lector especializado algunos guiños vinculados con el psicoanálisis, disciplina que nuestro poeta ejerce desde hace un buen tiempo.
          Macedonio Fernández,  hablando de sus autores predilectos,  confesaba: “Sólo Quevedo me mantiene despierto”.(4)
          Revagliatti no busca con-moverte, estimado lector (al menos desde el presupuesto de lo que debería ofrecer un   poema), tampoco se le ocurriría ir a tocar tus fibras íntimas. Como has podido ver, sus Obras Completas te han provisto de un material nervioso, generoso y vital. Algo de luz para tu insomnio.

Epílogo de José Emilio Tallarico para la tercera edición soporte papel del poemario “Obras completas en verso hasta acá” de Rolando Revagliatti.



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