En el salón de su casa él tiene tres maniquíes vestidos, los de dos mujeres y un hombre con los que toma un café antes de discutir sobre un plan para los cuatro. Después los baja por turnos al coche. Su novia junto a él y la otra pare-ja detrás. Cuando emprenden el viaje ninguno conoce su destino, pero él sabe que no habrá oposición. Siempre ha existido una gran compenetración entre ellos. Al llegar al parque de atracciones les coge de la mano y corre con ellos hacia la montaña rusa. Les ayuda a abrocharse el cinturón y juntos disfrutan de la velocidad gritando con una sola voz: “¡¡Volar….!!, y sí, les brotan alas que cambian sus destinos, cruzan océanos y nunca llegarán a un café en la noche siguiente. Es el deseo. En la mañana, él coloca con cuidado los maniquíes en el aparador de los grandes almacenes para promocionar las próximas vacacio-nes de verano.
Escrito en el Café de Ruiz / Barrio de Maravillas, Madrid, 19 de Febrero, 2013.
Creación colectiva surgida de una escritura inmediata
Publicado en los Cuadernos de las Gaviotas
viernes, 2 de agosto de 2013
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