lunes, 19 de agosto de 2013

¿DÓNDE ESTABAS, QUE NO TE VI?

Tenía que ser ahora, no antes
antes no hubieras podido verme, éramos otros
tenía que ser ahora.

Y ahora aquí estoy, aquí estamos
estar contigo es bailar dentro de un huracán
una máquina voltaica años luz al borde del sol
un agujero negro empujando el centro del abismo
tu piel y tu pelo, chocolate y manjar blanco
rompiendo en mi paladar de sibarita.

Mi piel todavía sabe a ti, salobre y dulce.
Hombre. Ser de ensueño y luz
agua mansa y cascada en caída libre.
Nada va a lavar tu olor en mí
como una casa musical voy a conservar tu voz
tu forma de cantar las palabras.

Y quién va a navegar tus aguas, nadador
quién se atreverá a enfrentar las grandes aguas
el amor es un laberinto del que se sale volando
o se perece buscando la salida.

Qué bueno no haber escuchado a las amigas:
Tranquila, tómate tu tiempo...
tranquila estuve toda mi vida
tranquila estaré en la tumba.

Olvidé que no eras río sino océano y
me bebí de un trago tus aguas, nadador
y las encontré amargas y me ardieron
como una insolación de eclipse.

Que tus ojos se hagan de agua y pueda beberlos
fue mi profecía y me ahogué:
llega un momento en que las palabras
tienen valor de acto.

No voy a naufragar en tus aguas, nadador.
No voy a inmolarme en el laberinto del amor.

Vuelvo a mi vida habitual
a la calma monótona que necesito
para transformar la mierda en oro.

Vuelvo a mi centro que se parece mucho
al ojo del huracán, el lugar de mayor quietud.

En el ojo del huracán hay calma.
En el ojo del huracán está
todo lo que hemos perdido.
Lo perdido es nuestro para siempre.

Mientras escucho a la polilla
que se quema las alas contra la lámpara
pienso que es duro el destino
de los que buscan la luz.

Del libro Poesía deliberada de GRISELDA GARCÍA
Publicado en el blog revistaislanegra.fullblog

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