domingo, 11 de agosto de 2013

COCHE ABANDONADO

a última vez que pasé por allí,
las moscas no hurgaban aún,
en las bolsas de basura amontonadas
en su interior.

Las ruedas no eran ladrillos
pegoteados con cemento al suelo.

En el techo,
en la herrumbre oxidada
los rayos de sol no rebotaban,
quizás.

En las paredes de las casas cercanas,
los tatuajes no eran la grafía de la maldad.

La última vez que pasé por allí,
el coche agigantaba su olvido
con estoicismo de chatarra.

Más tarde,
la intemperie subió por entre
las bolsas de basura,
y nadie reaccionó lo suficiente.

GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-

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