Abre esta niebla, isla, quiébrame la cintura.
Un pavor más humano al fondo nos espera
y se sabrá por qué sentimos tan afuera
del cuerpo el corazón, tanto horizonte, dura
perla resbaladiza puesta a nuestras espaldas.
Enanos al servicio de un rey del que no vemos
ni rostro ni corona; sin embargo, debemos
desde abajo causarle risa, mover sus faldas.
Las playas desarmables, la luz... todo es prestado.
ecos grandes gastándose vivos contra el cristal.
Todo; menos la flor de sangre en un costado
Date vuelta en la concha mientras pasa el final.
Limpia, sueña los ojos del cuervo apedreado
antes que en ti despierten, isla, estatua de sal.
Francis Sánchez, Ciego de Ávila, Cuba De su libro: Nuez sobre nuez
Publicado en la revista Carta Lírica 40
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