(I)
Me abandono al espíritu del viento,
que en abrazo invisible me rodea;
me susurra sensual, me balancea,
gentileza a la vez que atrevimiento.
Penetra mis recodos, en intento
de disfrutar mi piel, y serpentea
sobre ella, amante audaz, que saborea
cada tacto, temblor, deslizamiento.
Sedoso o agitado, su objetivo
será provocador, mas no ofensivo.
¿No es de tal modo que el amor soñamos?
Se me ofrece y me ofrezco, y me posee.
Sea el dios que en sus alas me acarree
a ese Olimpo carnal a que aspiramos.
(II)
Me sumerjo en el agua. La laguna
es, a la media tarde, transparencia
cuyo profundo cielo me sentencia
a descenso fatal, pero me acuna
la tersa superficie. Qué oportuna
tan espontánea mano en su asistencia.
Toda desnuda floto, y mi inocencia
lamida es por el agua. Si la luna.
presidiera la noche, que ya avanza,
contemplaría la enervante danza
que sobre mí ejecutan mis sentidos.
Y tal vez, en la orilla más distante,
algunos hombres, al preciso instante,
podrían escuchar mis alaridos.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
No hay comentarios:
Publicar un comentario