Amor, subliminado, cuando el dolor te impregna el sabor amargo del sufrir,
cuando a tu vida llega tirando de las sensibles y delgadas fibras de tu alma,
cuando ruedas convertido en jirones y ráfagas de viento, adormecido por ese extraño ente del sufrir.
Amor, que denotas sólo gracia en cada vida y devenir,
amor, no asocies tu mirada al mancillante, soberbio, sombrío y desquiciante dolor.
Imponte, amor, con tu excelso y cálido pregón, a la sombra que no existe, ni debiera existir en la mente de los hombres, y en el infinito saber de tu virtuosa, inquietante y maravillosa esencia. Tú.
Amor, sólo amor, sublime y virginal palabra,... amor.
Hortencia Aguilar Herrera.
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