No se pueden borrar
las ojeras de los años...
Las mías son intensas,
tanto, que semejan
de la parca misma,
su imagen letal.
Se acentúan
a cada instante,
y ni con el maquillaje
las puedo ocultar.
Han llegado los años
a invadir mi dermis,
cual astronauta
pisando en superficie lunar.
Me han dejado de regalo
algunas líneas,
mostrando mis ojos,
vida y sentimientos de más...
Me han dejado marcas
de risa verdadera,
y de las sonrisas,
cuando no hay
más que hablar.
Me pintaron
de color púrpura
las sombras de los ojos,
y mi visión
es la de un topo,
casi incapaz..
Mis cabellos colorearon
con un brillo de plata,
y no se ufanan del dorado
que se hacíú desear.
Se diría comunmente
que estoy en el ocaso,
pero de eso,
aún, no me voy a enterar.
Pues cuando
me pinto los labios,
de rojo o de rosa,
los obreros me piropean,
y como gatos en celo
comienzan a maúllar.
Los cajeros del súper
me dicen hermosa,
y los jóvenes me tratan
igual como a su par.
Los taxistas me guiñan,
y preguntan mi estado,
el farmacéutico
me pasa el teléfono
tras su empleado,
y mi terapeuta me coquetea,
con una sonrisa sin igual.
Ante el amor,
mi corazón sigue imbatible,
y si un varón me gusta,
y de repente es factible
se pone sólo en marcha,
y se empieza a acelerar.
Mis manos son
el bálsamo perfecto
en toda caricia,
y mi beso es el fuego
que nunca se va a apagar.
Por eso, en medio
de toda está adolescencia,
yo no tomo conciencia,
si existe un ocaso,
o se acerca un final...
Diosma Patricia Davis -Argentina-
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