Estoy reconstruyendo mis submundos
en los postigos del sueño,
tal vez al comienzo de la vida
tenga el resumen exacto de lo que fui
y que recuerdo vagamente
en la placidez de mi lecho ávido de figurativismos.
He visto las constantes
fe mis existencias más remotas:
los ríos, Schuaima, Aniquirona
entregados en fragmentos de cristales
conservados en la unidad de un espacio impertérrito.
Esa es mi realidad inmediata
la que ayer confundía
con mi presente gaseoso.
Pienso que el tiempo es definitivamente inverso a él mismo
y nuestro concepto de él
se escapa de toda definición
lineal o acaso circular.
El tiempo es regresivo:
lo que nosotros concebimos como futuro
es la realización de un pasado
olvidado por la novedad de un presente
sujeto a los hilos del hexagrama.
Yo sé de qué estoy hablando
porque conozco el retroceso infinitivo de mis fuerzas,
conozco ese precipitarse hacia la vida
de atrás hacia atrás
como un niño de espaldas al precipicio
como un anciano en el tobogán de la memoria
descendiendo en su conteo regresivo hacia la nada,
al nacimiento de las cosas:
la orilla infinitesimal de la conciencia.
Del libro De regreso a Schuaima de
Winston Morales Chavarro -Colombia-
Publicado en Editorial Alebrijes
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