Parió la tierra su llanto,
desvarío y sufrimiento
urdían su pecho sediento;
era amargo el desencanto.
Sangre en cúmulo de tanto
que el desespero le hería
sus rojos labios tenía,
su níveo eco se apagó,
su latir enmudeció
en la realidad fría.
Era una estrella rota,
flor de loto sin brío,
campo verde sin rocío,
desconsolada gaviota.
Hoy en sus ojos brota
la angustia insulsa y marchita;
perenne muerte infinita,
escupe en besos la sal
del hombre que frugal;
traga su alma cuando grita.
¿A dónde fue el halcón
peregrino de los cielos?,
¿hacia donde los crisuelos
llevaron su luz neón?
¿Qué repugnante canción
guía el destierro del pobre,
que lamiendo el zafio cobre
busca salvar el mañana?
¿Qué fatua sombra profana
guía el destierro del pobre?
Es tan inaudito el futuro,
hay azufre en el azul
y la tierra es un baúl
de metano y de cianuro.
Nace la ilusión de cloruro
desde el fondo del averno,
que libera un sempiterno
y fétido sacrilegio.
Es indómito el sortilegio
que araña mi débil cerno.
Íngrimas están las flores
y arden sus pétalos rojos,
se abren los mustios cerrojos
que encarcelan los dolores.
y siento en mí sus ardores,
¡debes resistir!, me digo,
viendo como el soro trigo
se vuelve polvo en la nada,
¡No volverá la alborada
a cubrirnos con su abrigo!
Bruno Nash Arias -Panamá-
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