Ese día de niebla parecía el principio o el final del mundo. Él con la barca la va a buscar.
Lo único que lleva son los libros. Era mejor que el fuego este destino exilio para ellos.
Era otro fuego.
Se bajó de la barca. Con los brazos cargados de hojas, la abrazó. Ella, orejas abiertas; él voz. Se decían las vueltas de la tinta. Él sobre la desnuda piel de ella inventaba palabras collares palabras prendedores, palabras aros. Tipografía, recortes, el mundo casi. Ella lo condecoraba, lo subrayaba, lo significaba, él se elevaba de poema. Envuelta en polisemia, ella esperaba. Los significantes abrían los sonidos, los abrigaban. El mundo era tan expulsivo que habían querido retornar al principio. Dos cuerpos que se leen incansables, escribiéndose.
Sin dios, manzana ni serpiente, el paraíso tenía la forma de una biblioteca.
Cristina Villanueva -Argentina-
Publicado en suplemento de Realidades y Ficciones 69
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