Decidieron salir a celebrarlo todos juntos, pero no hallaron ni un solo claro de bosque ni una sola discoteca donde poder hacerlo. Como se suele decir, "no cabía ni un alma", y todo porque los vivos habían salido a celebrarlo primero. Así, tras largos años de paz de cementerio, volvieron a escucharse broncos tambores de guerra.
Carlos Suchowolski
Publicado en la revista Ficciones Argentinas
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