martes, 22 de octubre de 2019

VIVENCIA


Despierto cuando la muerta se enciende en la habitación. El aire de la madrugada, que no quiere avanzar, se siente como papel mojado. Con orgásmico terror, el alma me abandona y el pensamiento se ahuesa. Ella me tiende la mano, que tiene un color blanco espeluznante, con perversa alegría. Me quedo inmóvil. Su sonrisa brilla como una desgracia. Le doy la espalda. Su resplandor suena como lluvia de gusanos y mariposas. La muerta se apaga. Y no llega el amanecer…

Victor Diaz Goris

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