Me di la vuelta
despacio, muy despacio,
y detrás nadie había.
Caminaba sola por aquella calle
donde una sola luz, una sola,
alumbraba la acera húmeda.
Volví a darme la vuelta
despacio, muy despacio,
y delante tampoco había nadie.
Estaba solo bajo la sombra
del viejo árbol que ocupaba
todo el centro de la plaza.
Di la vuelta hacia la izquierda
despacio, muy despacio,
y no vi a nadie mojando
sus pies en las aguas
de un mar que besaba
la caliente arena.
Di la vuelta a la derecha
despacio, muy despacio,
y solo vi a un pájaro
perderse en la blanca nieve
de la lejana montaña.
JOSÉ LUIS RUBIO
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