Hay aroma de café y ya ninguno de ellos fuma; son diez ojos admiradores de las curvas femeninas que por allí transitan sin importar la edad que tenga quien las exhiba, y cinco celulares que con alguna insistencia les recuerdan que deben estar en sus respectivos hogares al mediodía, para almorzar antes de la obligada siesta y después de la pastilla para la presión y de esas otras que permiten conservar la ilusión de una larga vida con muchas más siestas. Varias disciplinas profesionales ahora en desuso concurren en la mesa del sitio de siempre, incluyendo al infaltable abogado, que por variar, es quien más conversa. Son enciclopedias abiertas en cualquier página, son hermosas y vastas experiencias, son palabras dichas sin temores, sin odios y sin vergüenzas, son los recuerdos de cinco vidas pasadas que hoy se aferran a la supervivencia. Son los profesionales doctores o licenciados de ayer, los abuelos graduados de hoy que día a día con gozo y con placer con sus amigos de siempre y con otros nuevos, conversan.
Van gastando la mañana fuera de sus casas entre sueños, esperanzas y anécdotas, quizás las mismas anécdotas que ayer ya contaron, más otras que van surgiendo por los hilos de las conversaciones nuevas; hablan de aquellos amigos o conocidos que ya se despidieron, hablan de las nuevas generaciones que quedan, hablan de los amores furtivos del pasado y de los platónicos que aun se recuerdan, de las infidelidades nunca descubiertas y de las otras que solo en la mente existieron.
No pueden evitar conversar de política, de religión, de deportes, un poco menos de sexo, y de todo aquello de lo que todo el mundo conversa, eso sí, sin la sapiencia y elocuencia de estos que durante tantos años han entrenado sus lenguas para que se conecten casi al final sin afanes y con prudencia, con sus memorias, con sus mentes y con sus inteligencias.
"Cabo Cañaveral" le dicen algunos con gracia a estos espontáneos grupos de jubilados corazones que se reúnen cada dia para defender en esta vida su presencia, pues son una especie de plataforma desde la cual alguno de ellos es despedido hacia el infinito con cada cierta frecuencia.
Jorge Alberto Velásquez Peláez
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