Rondan las ánimas por los callejones
donde el amor dejó de ser noble
para tintar el mezquino acero
con que se desagravian los caballeros
¡qué cara fallece la noche!
¡qué alto resulta, a veces, el precio!...
Para ganar, por un beso
un lugar en el cementerio...
llora la luna por un reproche
y un hombre que no conoce el nombre
que está bordado en el pañuelo
con que está limpiando un recuerdo
de la sangre que tiñe el hierro.
Pasa la ronda y se esconden
bajo la sombra de los balcones
todos los adeptos al amoroso juego
que nace en los corazones
y muy lejos del cerebro...
ya las estrellas se recogen,
canta el gallo al incipiente lucero
en el que se ausentan los acuerdos
para esperar hasta otro momento.
Y unos ojos cristalinos
que no saben ser despedidos
alimentan ríos de recuerdos
para robárselos al tiempo
del amor galante y caballero...
cuando amar, era sencillo
y el amor... tan solo era un sueño.
Luis Maria Saiz Laso
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