jueves, 1 de marzo de 2018

EL PECADO DE UNA MUJER


Y era casi perfecta; y su alegría andaba repartida entre los árboles, los pájaros y el aire.

Yo esperaba a que se cepillara, limpiara sus zapatos, o acabara un poema, para gozar de su belleza, de aquel rumor de río con que hablaba y así, acallar el clavo, la barrena, de un pensamiento fijo, doloroso.

Ni un momento pensé que sus labios fueran hechos de arcilla,
ni sus palabras fueran las palabras de arena de otros hombres;
sino que, ocultamente, nos convocaba al tiempo del milagro.

Y todos le mirábamos las manos; y nadie hacía sospechar que su vida estuviera sentada sobre un pecado oculto.

Chebazan Sancho.-España-

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