¿A qué cielo perteneces, tú, Muerte?
Imagino un sol ignipotente
sin vida, ni con brillo suficiente,
incapaz de resurgir de tal suerte:
¡Un mundo corroído de aguafuerte!
Grabando un vivir impenitente,
sobre el espíritu inocente
de aquel que ni quiere conocerte.
Muerte, ¿por qué mi cuerpo sin vida tomas?;
si refugio fue de gozos a miles
y mísera de ti, cubres de carcomas:
¡Celestina vieja de muecas hostiles!,
que por ahí, por donde tú asomas,
muerta vas tras conjuros juveniles.
Vivo recuerdos de tanta infancia
que, aún inocentes, no se olvidan
tras mamar en cálida abundancia,
del fresco manantial donde anidan.
Malvada Muerte que la vida quitas
sin preguntas, lástima ni compasión:
¡Si a tu lado por vernos me citas,
morir prefiero antes que tal visión!
Paco Aguilar i Espada
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