Picado por la curiosidad, y corriendo el riesgo de ser procesado por subversión, he descargado un programa para adentrarme en lo más recóndito de la red. Gracias a éste, he podido navegar, sin la posibilidad de ser descubierto, por una serie de páginas que me han llamado la atención y de las cuales me hecho asiduo seguidor. Tal vez, transportado por la nostalgia de las historias que mi
abuelo narraba sobre el auge de internet, en aquello que él denominaba la “punta del iceberg”, a caballo durante el siglo XXI.
A punto de iniciar una nueva centuria, el iceberg de la red ha dado un vuelco, así como nuestras
costumbres, y todo aquello que estaba prohibido ahora es legal. En esta mal denominada libertad, que
domina a la sociedad terrestre, que más bien es libertinaje. La gran masa del témpano, otrora prohibida, emerge y su insignificante cima ahora es sima. Navegar por esta última, es reencontrarse con aquellas redes sociales donde los usuarios, renuentes al cambio, aún publican sus estados de ánimo, logros y fracasos, así como divertidas y tiernas fotografías de ellos, sus grupos familiares y sus círculos de amigos.
También están las páginas donde es posible encontrar fanzines de aquella obsoleta corriente llamada Ciencia Ficción, que tanto emocionaba a nuestros antepasados. Y entre ellas, uno en especial, la Revista Digital Minatura
Jaime Magnan Alabarce (Chile)
Publicado en la revista digital Minatura 148
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