La Aurora se asomó con su fulgor, y tatuó su mirar en el crisol de mi ventana.
Acarició con su tersa piel mis rejillas, sentí aún somnolienta rozar mis labios un tibio beso.
Abrí mis ojos, miré pero ya no estaba, ya había partido.
Se fue muy triste perdiéndose entre los Crepúsculos.
Ahora lloro su ausencia, mis fuerzas se debilitan, mis ojos sólo quieren seguir durmiendo, cae la lluvia y moja el crisol, el rastro de sus besos tatuados, se van borrando.
Que gran pena invade mi corazón, la impotencia me aniquila
Mi mirar vaga sin rumbo, y mi piel se eriza de frío
Mi voz sollozando implora, vuelve a mí, mi bella aurora.
Nery Y. López C. -Paraguay-
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