lunes, 13 de abril de 2015

LA BRUJA BLANCA


Paseaba,
el aire era fresco,
las primeras hojas del otoño
iban cayendo una a una en el campo,
sentí esa entrañable sensación
que me unía a mi gente, a mis raíces,
donde la soledad era mi única compañía,
alegre me senté en frente del fuego
a calentarme, y a contemplarlo,
siempre me gustó ver los troncos arder
y ver como la magia veía en sus ascuas,
rojas y encendidas, me alegraba
ponerle pequeñas ramitas y oír como
al arder crujían, saltando al aire sus chispas,
eran momentos siempre para mi muy míos,
sentía que me unía a un pasado muy lejano
donde eso mismo hacía.
y es que hay sensaciones ancestrales
que nunca se olvidan,
como oler el perfume de una rosa, escribir, o
ver llover en el campo y respirar su aroma,
son cosas que se graban en nuestro inconsciente,
y que forman parte de nuestra propia existencia,
y las recordamos al vivirlas, en el día a día,
en momentos de nuestra vida.

Fuera de mi cabaña se oía rugir el viento,
era fría la noche y azotaba a los árboles, imperioso,
dueño siempre y moviéndose a su antojo,
por todos los lugares que él quería,
siempre libre nació, era su esencia divina,
y me puse mi toquilla y alegre salí,
solo al hacerlo, sentí un torbellino helado,
y mis cabellos y mi cuerpo se movían,
la fuerza de él era bestial, quería vencerme
pero no podría nunca ,pues yo amaba la naturaleza
salvaje, solitaria y desierta, eran mis propios dominios,
pues nací bruja, y a Dios lo sentí siempre en mí,
como a mi padre divino que me protegía,
pues donde ningún humano osaba entrar,
yo lo hacía ,estaba hecha a esa negrura,
donde solo se aman las almas
solitarias y tranquilas…

FRAN TRO -España-

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