Se acaba...
se acaba.
Me acabo en párrafos internos.
Me llama. Me grita. Quiere placer.
Acaso memoria.
Acaso un eco.
Acaso amor.
Se acaba...
Trazo líneas continuas.
Acaso nadie sabe trazar mi boca,
ni sabe descifrar mi cuerpo,
en la nieve fría en medio del páramo.
Mi cuerpo en la mañana... sólo el tiempo.
Oblicua como un acertijo... En espirales.
No soy... ni debo... sólo quiero.
Quiero.
¿Qué quieres?
Deseos.
Una mesa y una silla vacía donde garabatear esquinas.
¿Qué buscas? Nada.
No busco, sólo quiero.
Esta vez quiero....
¿Quieres? No, amo.
Es inútil acomodar la cabeza en una cama sin barrotes,
es como despreciar el momento, despreciar el aire,
despreciar la sensatez.
¿Acaso existe? Existen moléculas esparcidas en las manos,
en el refugio interno de las olas.
Se evaporan,
como mis ansias,
se diluyen como mi paciencia,
se arrastran como la tristeza,
y claudican como un ermitaño en medio de la montaña,
en medio de un bosque lleno de lirios,
donde amasar la prenda
que me quito en el ropero.
Atravesando espadas que quedan atrás,
atravesando idas que no volverán,
atravesando... siempre como el sendero,
no termino en la meta, sigue en el pensamiento,
y los pasos se me cierran como el hierro,
En espirales, lo he intuido.
En espirales, cortas y sepultadas por mis pasos.
Que ya no existen
Del libro PAISAJES DE UNA DAMA de
ISABEL REZMO -Úbeda-
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