Un arcoiris rojo violento surge de las entrañas de la tierra,
todos lo miran caminar
arrastrando sus cadenas,
condenado a su gama de colores
que es sangre.
Construyen pasadizos,
puentes,
naciones enteras,
para que su pasar sea silencioso y cierto.
Manos ávidas cazan flores a quemarropa,
las rocían de aguardiente de limón rojo
y como ofrenda inalcanzable
escupen en sus ojos rojos.
Todos rezan para que el arcoiris
sea un vagabundo perpetuo y rojo.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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