Se perdió en la mayoría de los casos, se deformó en otros, una “tradición” que formaba parte de la cultura de los Argentinos, y que a mi entender era muy linda, más allá de las controversias sobre los límites de los piropos y la reacción de las mujeres al recibirlos.
Me acuerdo del primer piropo que escuché, y que iba dirigido a “mi vieja”, que me llevaba de la mano por Caballito, cuando yo tenía 4 años.
Me dio tanta bronca, que me di vuelta inmediatamente para insultar al remitente, ante la risa de la destinataria, que todavía recuerda el episodio.
Puesto en la misma situación, hoy haría lo mismo (se trata de mi vieja, diría Pappo) pero reivindico el valor de un piropo lindo, y lamento no saber demasiados (tema que estudio en estos días) aún pese a no tener margen para utilizarlos (recuerden: casado, una hija, ministro).
Creo que es lindo decirle un piropo dulce, romántico, pícaro a una mujer.
Creo que en los barrios las rosas y los jazmines extienden su silueta perfumada cuando un caballero piropea a una dama.
Es así, al menos, detrás de esta coraza de Caballero Medieval que hoy luzco sin pudor alguno.
Incito a mis lectores y lectoras a enviarme piropos para mi conocimiento, y fines que estime corresponder.
ALEJANDRO ARLÍA
Publicado en el blog poesiaypolitica
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