de la flor del cerezo en primavera,
y en tu fragilidad de cristalera
se reflejan la aurora y el ocaso.
Mi dulce geisha, al rellenarme el vaso
de sake embriagador, mi alma pondera
el sereno ritual de tu manera
y tu kimono en suavidad de raso.
Y mucho más allá de ambos me extiendo,
hasta donde tal vez vibra el estruendo
de un aislamiento a punto de explosión.
Quebranta, aunque tan bella, esta fachada.
Deja gritar al alma enamorada
cada complicidad, cada intención.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
No hay comentarios:
Publicar un comentario