Te montaré, corcel de mis quimeras,
para alcanzar la tierra prometida,
sin más espuelas, y sin otra brida
que tus propósitos y tus maneras.
No sé si me apodero o te apoderas
de la ruta y la acción, cuando tendida;
cabalgada integral, sin despedida,
en que me ratifico y te reiteras.
Mi suave palafrén de terciopelo,
dorso virado, cascos hacia el cielo,
despojada del freno, jadeante.
Intermitentemente irrumpo y salgo;
vibras, me desmadejas, y cabalgo
por tu blancas praderas, palpitante.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
lunes, 26 de agosto de 2013
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