jueves, 22 de agosto de 2013

HUMANGEO

A mi padre, en su lecho de muerte.
Frente al mundo in-óvalo, sobre el doblez
de animales profundos,
penetro las aristas de tu selva leve y desplego como
nube constante los polos cercanos,
derritiéndolos en la periferia salvaje de tu multitud
para ser barrena en tu cordillera
precisa de aludes.
Nativo del crepúsculo, expuesto
a mi desnudez de hora, seré la línea de tu religión impura,
y después de caer en el meridiano de las guerras
sin motivo, iré humangeo
con los pies de latitud por el fondo de la tierra.
No he germinado, estoy ovular en la oración y
escapulado por Dios sigo en lo más bajo de la fe sensible,
crucificando mi sexo de caverna a los evangelios mundanos,
a las mujeres revestidas de pan y agua
y que hemos sentido como herejías pulsatiles en las venas,
y sigo en pie desde allí, con el corazón amoral y tus
mujeres, las mujeres que dejamos,
bailándonos sobre los cantos del suelo.
Soy Humangeo de labios, la raíz que no se extiende y que
no escucha y que se adentra en los tambores de las luchas.
Inverno en tus órganos, emplazándome
como catarata en la piedra vencida,
surgiendo en los cuatro desiertos de estas bocas
menesterosas, y tras ser enclavado en tu profundidad
resurjo de la sangre negra
para dejarte en la orfandad de la luz aparente,
quedando la huella de tu pie oscura, temblorosa.
Padre, el movimiento no será más, no permanecerá.
Estoy en el hálito redondo de tu cabellera de átomo,
frotando la última de las noches, la noche extensa,
para que veas caer en la fermenta clara del sur
las profecías improbables del trastornamiento,
extinguiendo el día y las ventanas de los grandes cuerpos,
como los desvíos que se le arrancan a un camino
concluido.
Queda una carta, la que vértebra la baraja de la muerte.
Es la que nunca cae de la mano embrollada,
el puñal alzado de la agonía en el juego variado,
es el último movimiento del último caído en la cruzada.
A esto me sumo coexistente sabido de una duración
acontecida y simple con la concepción de mi boca siempre
triste
y ahora disminuida, tan lejana de mi lógica,
Voy alineado en la suposición,
entre los pocos que van por un claro distinto,
Y astral,
sigo en el nudo de éste corazón
dando sístoles de sueño.

Fernando Neru –Perú-
Publicado en la revista Estrellas Poéticas 53

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