jueves, 1 de agosto de 2013

GALERÍA

A pinceladas de rumor y viento
voy recreando brotes de tu imagen,
completando el retrato
sobre fondo de pétalos y sangre.
No para que la efigie procedente
me ayude a recordarte
tal como fuiste, que en el alma vive,
con plenitud de ayer, quien fue mi amante;
mas para establecer, punto por punto,
cada revelación, cada contraste,
que la ronda del tiempo
va imprimiendo a tu vida, a tu carácter.
Van evolucionando tus costumbres,
tus ideas, y el íntimo paisaje
que fue mío una vez, y modifican
tu apariencia interior, como quien nace
cada día a una vida diferente,
que es una nueva forma de ausentarse.
Quiero dejar constancia
de tal transformación, fecha y detalle,
pictórico diario que revela
tu rostro a cada instante.
Nadie que te conozca,
gentes que se te cruzan en la calle,
percibirán los cambios,
no teniendo las llaves al alcance.
Yo aún tengo entrada libre,
tal vez a pesar tuyo; sé la clave
que da acceso a tus zonas de misterio,
y descifro el enjambre
de las bifurcaciones y rodeos
entramando tu espíritu y tu carne.
Nos vemos como amigos,
cháchara leve, sin intimidades;
pero leo tus ojos, como siempre,
como leo sicómoros y sauces
vistos tan a menudo, y transitados,
yendo a tu casa al filo de la tarde.
Puedo verte hasta el fondo, tal cual eres,
al acercarme al pie de tus cristales.

Diferente de ayer, también distinta
de quien serás mañana; ese contraste,
esa transformación es lo que intento
plasmar, hasta el detalle,
en la serie de cuadros invisibles
que reflejan tu imagen,
íntima biografía
de la mujer que amé, que al retirarse
se metamorfosea en varios ciclos,
mientras yo, que quedé, sigo constante.

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-

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