¡Qué luz irradian sus ojos!
¡qué graciosos los volantes
de su vestidito rojo!
¿y cómo no la vi antes?
-¿De quién me hablas ahora?
¿De quién te has enamorado?
-¡Tú calla y espera aquí
que yo he de dar un recado.
Mi corazón desbocado
me puso el cuerpo de pié
y acercándome a la niña
de esta manera le hable:
-“Mañana cuando nos veamos,
por favor, recuérdame
que felicite a tu padre.”
-“A mi padre, tú, ¿porqué?
“Merece felicitarlo,
me sentiré satisfecho
al darle la enhorabuena
por lo bien que a ti te ha hecho”.
Y dos amapolas rojas
en la cara de la niña
brotaron de su piel rosa...
Y me dije... ¡¡Ya eres mía!!.
Y casi al medio siglo
ella sigue junto a mí
y el alma se me alborota
como el día en que la vi.
Pedro Jesús Cortés Zafra -Málaga-
sábado, 24 de agosto de 2013
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