martes, 27 de agosto de 2013

ESTA MEDIANOCHE

Nunca deseo que llores,
que mezcles el devenir
con esta medianoche temprana
que agita las persianas llamándonos.
Es nuestro tiempo, el imperecedero,
ese que nos surtirá de caricias,
de gemidos, de orgasmos escandalosos
que mudaremos a los tejados
para maullárselo a gatos rayados
que usurpan el contraluz de la Luna.
No hay pena que valga, amor,
es nuestra venganza al pulso del día,
nuestra baza para trucar las cartas
y confiarnos a este suspiro de viento
que aletea la cortina invitándonos.
Es pretensión de no escuchar la calle,
ese deambular del automóvil urgente
que nos suplica aplicación sumisa
y nos ahuyenta el beso irremediable,
y nos abraza con acritud cotidiana,
y nos olvida, para que no dejemos costumbres,
a la letanía del malicioso reloj.
Miénteme, entonces, con todo, amor,
remueve todas tus incapacidades y bésame,
lento, lento, para que todo el tiempo
no sea más que bola de nieve candente,
y nuestros rostros duelos al éxtasis.
Simplemente que esta medianoche turgente,
esta misma que tu pezón rasga,
nos muera sin el presagio del día.

MANUEL JESÚS GONZÁLEZ CARRASCO -Madrid-

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