viernes, 23 de agosto de 2013

ESCAPATOIRE

El horizonte es un suspiro.
Las sombras dan hombros
a las montañas,
y descanso yo en la clavícula
del valle.

Tengo el cerebro rodeado
de colmillos.
Si suelto una idea
temo que se corte,
como si estuviese
andando en vidrios rotos.

Con mis miras estrechas vivo
en un constante zaguán
de periferias oscuras.
Por eso busca el interruptor
de esa bombilla versada.

Debo ignorar esta
canosa paciencia
que se ha vuelto enana ya
tras pasar tanto tiempo
en cuclillas.

Quiero pedir circunferencia
y anonimato
para vivir más grande
y sin escrúpulos.

Un suspiro también
puede ser una mariposa.
Pero no sé si al exhalar
pierdo peso o si las cosas
se ponen más pesadas.

Defiendo a los viejos
de las sonrisas tristes
porque ya han vivido lo suyo.
Quien pudiera contar los suspiros
que han escapado
por entre sus dientes
y preguntar si han sido
causa o efecto.

Quisiera sacar las turbinas
de mi café
e instalarlas sobre
las obligaciones
y deseos diarios
que me tienen amarrado,
para cumplir
con lo que me piden
y luego poner los pies
en polvorosa
cuando los demás enfundan
sus espadas
e ir a por lo que me es
debidamente debido.

Para algunos,
es una iglesia en Antártida,
Para otros,
es Antártida en una iglesia,
pero la vida es
una cadena perpetua sin eslabones
y cada uno se asigna
su condena sin querer,
y luego se lo cree.

No sé si me regalaron
este semáforo
o si me lo relegaron,
pero de todas maneras
saltar el disco rojo
ha sido la idea primordial
desde que vi
que mis ruedas
están echando raíces.

Dean Simpson -Boston, EE.UU-.
Publicado en la revista Arena y Cal 204

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