Eras las raíces de mi cuerpo
con la fuerza de tu sangre
corriendo por mis desiertos.
Había agua en tu oasis para que yo bebiera y
enraizaste en mí haciéndome roca.
Inexplorada yo,
fui en desmayo a ti y florecí hermosa
sin inviernos de pétalos caídos,
acurrucada al amparo de tu sombra.
Me sentí fuerte de tu savia,
¡invulnerable!,
¡eras tallo, rama, vida!,
raíz…
eras hoja.
Y en un instante de fuego
se secaron las raíces
al no darme aliento tu boca.
No hubo flores ya en mis brazos
y a mis manos…
se le cayeron las hojas.
Isabel Velasco (Sevilla)
Publicado en la revista Aldaba 15
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Hace 8 horas
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