viernes, 23 de agosto de 2013

14 DE JULIO

(Artículo de 1920)

      Por toda la América se esparce hoy un clamor matinal de Marsellesa... ¡Vive la France!

     No, yo no me resuelvo a sacarme del corazón el amor que desde niño le tuve a este pueblo cuya historia parece una novela. Todos los pueblos tienen sus héroes y sus epopeyas. Pero en este pueblo singular todo cuanto pasó, hasta lo más trivial, tuvo siempre resplandores de epopeya.
     ¡Y cómo no! Yo tomaría Champagne, si mi pobreza me lo permitiera, para festejar esta gran fecha. Pero... el único champagne que corre hoy por aquí es el de las legaciones y cancillerías y este champagne no me sabe a Francia ni a Marsellesa. Es champagne oficial, protocolar, destinado a brindar por el nombre y no por la cosa, por el continente y no por el contenido, por la letra (Bastilla, revolución, derechos del hombre), y no por el espíritu. Y lo que tiene Francia de adorable no está ahí, en los convencionalismos de la vida oficial, sino más allá: en plena alma, en la ancha y desbordante copa cordial que fue la primera en brindarse a todos los atormentados de esa sed de superación que hace del cuadrúpedo-hombre el ave-hombre.
     Bastillas, derechos del hombre, libertad de palabra y de reunión, fulgor y azote lírico de la Marsellesa que electriza los nervios. ¡Oh bien amada Francia que en los bancos de la escuela nos dabas en tu historia a cada página el calofrío del salto a lo sublime! Bien está, bien está que te nombren y que te festejen por toda la tierra los eternos enemigos de todo cuanto de grande y de rebelde simbolizas en el aniversario de tu revolución. Bien está que te nombren y que te festejen hoy los que aún tienen Bastillas en pie para sepultar tus derechos humanos y encadenar y torturar a los creyentes en tu evangelio de libertad. ¡Qué mejor espectáculo que contemplar a los señores feudales de hoy y a los sicarios de estos señores, prosternándose, aunque sea hipócritamente, ante el recuerdo de tus Bastillas humilladas y tus coronas trocadas en gorros frigios! Cada vez que la boca de uno de estos ejemplares de una fauna medioeval condenada a morir te nombra y te aclama, se agrieta más y más el edificio bamboleante de las Bastillas de hoy, porque ello demuestra que el vino de tu viña sagrada que dió a los hombres la divina embriaguez del rebelde --la embriaguez de tus Jaurés, Anatole France, Romain Rolland, Henry Barbusse...--, ha llegado a ser, por fallo inapelable de la historia, el vino único de consagrar en todas las fiestas del espíritu humano... lo mismo en las de San Miguel que en las del Diablo.

Publicado en el blog nemesiorcanales

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