Los paraguas recuerdan a la vida en muchas de sus paradojas. Parecen simples siendo tan complejos, olvidamos con frecuencia dónde los dejamos para extrañarlos de nuevo en cuanto el cielo oscurece, a pesar de tantos cambios no han cambiado tanto, su centro lo ocupa el mango en lugar de quien los usa… Curiosamente también nos protegen frente a dos de los símbolos que tiene esa vida: el agua y la luz. Porque más allá del uso y su estructura, los paraguas se han convertido en una metáfora sobre la necesidad de ser precavidos, incluso frente a aquello que no sintamos como amenaza. En ese sentido figurativo, tampoco debemos olvidar que por mucho que corramos bajo la lluvia, delante también llueve… Que la última vez que diluvió, paró… Que, por supuesto, nunca lo hace eternamente ni a gusto de todos… Y que como advirtiera Bernardino, que llueva no depende de ti; que lleves paraguas, sí.
Texto perteneciente al capítulo titulado Desde las puertas del cielo, incluido en el libro Siete paraguas al sol de MANUEL CORTÉS BLANCO.
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Hace 4 días
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