No te pido que seas un olvido recortado de luz.
Ni que seas miel salvaje en el polvo de mis dedos.
Ni que seas el animal dormido que no apaga mi sed.
Ni que me conviertas en el hijo de la ira y la desesperanza.
No te pido que seas la candorosa luna de ojos entreabiertos
en la tarde lejana.
Solo te pido que sepas que el dolor acaricia y no adormece.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
viernes, 28 de junio de 2013
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