sus lucecitas, su música dulce, su fantasmagoría,
un elenco acogedor cimbreando sus caderas
que nos sumía en pausa de atónita índole.
El carril de la Luna sobre las aguas
nos había inculcado durante años y años
una desconfianza albergada en una panza nubosa,
contenida en un aguacero con metralla,
englobada en un soleado destello cegador.
El clamor costero sólo nos cercioraba lo aprendido,
aunque el dolor de los brazos, el desnutrido cuerpo,
tenían fijación en el tumulto llamativo
tan a mano que nos imaginábamos saboreándolo.
A pleno sol desembarcamos, corrimos, festejamos,
comimos, bebimos, fornicamos, dormimos exhaustos.......
Trabajamos, engordamos, nos llenamos de deudas,
y volvimos a soñar cuando en la playa hallamos
los despojos de una barca podrida y maloliente.
MANUEL JESÚS GONZÁLEZ CARRASCO
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