domingo, 2 de diciembre de 2012

UNA DE RECHAZO LITERARIOS BIEN CALENTITA (PARA EMPEZAR LA TEMPORADA)


¿Se imaginan su biblioteca sin novelas memorables como En busca del tiempo perdido, Cien años de soledad, La familia de Pascual Duarte o Lolita? Cuesta imaginar que libros tan respetados como esos y autores de la talla de James Joyce, Oscar Wilde o Doris Lessing fueran rechazados por las editoriales en su momento. Hoy son historias intocables patrimonio de todos, pero estuvieron cerca de ser páginas y más páginas destinadas a coger polvo en un cajón. Y es que hasta los más grandes sufrieron en sus comienzos los rechazos del editor, esa figura tan admirada por los lectores como temida por los autores. Algunos rechazos poco afortunados han perseguido a los editores durante media vida, como es el caso de Carlos Barral, quien rechazó publicar Cien años de soledad, una de las novelas más aplaudidas del siglo XX. Las anécdotas son tan interesantes y tan numerosas que sería buena idea que alguien las recopilara en un libro (y que un editor se interesase por él, claro). Ahí tendría cabida, por ejemplo, la historia del hastío que le produjo al escritor francés André Gide la lectura de En busca del tiempo perdido. Gide decía no entender que Marcel Proust dedicara más de treinta páginas a narrar cómo el protagonista de la historia es incapaz de conciliar el sueño por las noches.
Igualmente sorprendente es el caso del irlandés James Joyce, autor de la novela que para muchos cambió la literatura moderna: el Ulises. El matrimonio formado por Virginia y Leonard Woolf la calificó de impublicable y en Estados Unidos directamente se prohibió por considerarla inmoral. El Ulises empezó entonces un accidentado viaje en busca de editor que bien podría servir de inspiración para un bestseller actual. En 1922, la librería parisina Shakespeare & Co. publicó la primera edición de la obra, que tuvo que distribuirse casi de manera clandestina. Al tesón de Silvia Beach, la propietaria de la mítica librería, debe Joyce el verdadero éxito de su libro, que no llegaría a Estados Unidos hasta una década después.
Tampoco lo tuvieron nada fácil autores como Nabokov. Su Lolita estuvo cerca de causar un escándalo entre los editores que la leyeron. Por ironías de la vida, Lolita es el libro que más éxito le acabaría reportando y fue llevada al cine por Kubrick, aunque durante décadas fue considerado un libro pornográfico. Más duro, si cabe, es el caso de John Kennedy Toole, autor de La conjura de los necios, quien acabó suicidándose tras recibir la negativa de todos los sellos editoriales a los que envió el manuscrito. Fue su madre quien, años después, logró que el libro viera la luz. Ahora es una de las novelas más aplaudidas por crítica y lectores, pero en su momento fue vapuleada por los editores.
Y ya en nuestros días, bien conocido es el caso de la famosísima J.K.K. Rowling, creadora de la saga Harry Potter.
Su historia, llena de penurias hasta que una pequeña editorial londinense accedió a darle una oportunidad, recuerda al de otra escritora, Katherine Neville, responsable de uno de los grandes éxitos comerciales de finales del siglo XX: El ocho. Ella dedica a todos los escritores que comienzan una frase alentadora: “Podrán impedirte ser un autor publicado, pero no ser un escritor”.

Esther Ginés Esteban 
Publicado en la revistas LetrasTRL 52

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