Somos los abedules enanos.
Estamos clavados hondos, como astillas
bajo tus uñas de hielo.
El imperio de la congelación perpetua
es capaz de diversas villanías
para achatarnos aún más…
¿A ustedes les extraña, castaños de París?
¿Les duele a ustedes, palmas elegantes,
ver cuán bajo, al parecer, hemos caído?
¿Y a ustedes, seguidores de la moda, les entristece
ver hasta qué punto somos Cuasimodos?
En su tibieza a ustedes les agrada, sin embargo,
nuestro coraje ciudadano
y nos envían con pesar pomposo
su apoyo moral.
Ustedes consideran, estimados colegas,
que no somos árboles, sino lisiados,
pero el verde aunque no sea hermoso
entre los hielos les parece progresista.
Muchas gracias. Nosotros solos
resistiremos bajo estos cielos,
cuando ferozmente nos retuerzan,
sin su apoyo moral, lloroso y precavido.
Ustedes, claro, son más libres que nosotros
pero nuestras raíces son más fuertes.
Sí, claro, no sobrevivimos en los Champs Elysées,
pero en la tundra nos estiman más, nos quieren.
Somos los abedules enanos.
Con astucia inventamos nuestras poses,
pero todo eso no es más que simulación.
El constreñimiento implica una forma de rebeldía.
Creemos, achatándonos como lisiados,
que la congelación eterna no es posible.
Su horror cederá.
Alcanzaremos el derecho a la gallardía.
Pero si cambia el clima,
¿tomarán de repente nuestras ramas nuevos contornos más libres?
Es demasiado larga la costumbre de ser jorobados.
Y esto nos tortura, nos tortura,
y el frío nos retuerce y nos retuerce,
pero estamos clavados hondo, como astillas,
nosotros, los abedules enanos.
De ¡La mitad no quiero de nada!
Yevgueni Yevtushenko -Rusia-
Publicado en el blog revistaislanegra.wordpress
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