Nadie lo dijo,
ni envolvió sus ojos en el agua.
Nadie alzó su nombre
ni las olas del mar barrieron
su orilla profunda.
Nadie bebió de su boca
el único conocimiento.
Nadie arrastró sus pies
sobre el barro de las estrellas,
sobre la lágrima absoluta.
Nadie sabrá decir su nombre
ni su muerte.
Del libro El silencio se estremece de
ANTONIO ABDO
Publicado en Los Cuadernos de las Gaviotas
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