Como un escalofrío interminable,
temprano, sentí un susurro roto
tras las cortinas de la esperanza
un llanto dolido
vació las cuencas de sus ojos,
para morir en sus brazos,
un viernes roto,
como cualquier otro,
un hachazo cíclico
la acercó a ese anochecer ignoto.
Entre parpadeos volatilizados
y caricias angostas y fatuas,
lívido y minúsculo puso coto,
infructuosamente,
a alcanzar cualquier lugar remoto.
Publicado por
PACO VELÁZQUEZ en su blog ojosdeluna-pacovelazquez.blogspot.com
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