lunes, 27 de abril de 2020

EN LA OSCURIDAD DE ESTA NOCHE


En la oscuridad de esta noche,
Entre la niebla de tu recuerdo y la tristeza de mi espíritu,
Te paseas por las veredas solitarias de mi ser;
Caminos olvidados, flanqueados por flores marchitas,
Pastos secos, regados con la brisa de tu frialdad,
Árboles muertos por el gélido frío de la resignación.

Y a la mitad de la senda, de repente, apareciste otra vez,
Amaneció de nuevo, tu sol me llenó de alegría el alma,
La vereda se llenó de cantos hermosos y melodiosos trinos,
Mi camino se llenó de luz, las flores vivas flotaban en el aire,
El césped se llenó de verde en cuanto escuchó tu voz,
Nogales, vides, manantiales, el verano de tu regreso.

Te construí morada, un refugio a fuerza de mi amor,
Habitación te hice en mí, esta vez, para que no te fueras;
Me fie de tus besos y de tus palabras y de tus lágrimas,
Depositaria te hice de mi esperanza reverdecida, de mi alegría nueva,
Hice de tus pies mi oratorio, de tus manos mi fuente y de tu boca mi alimento;
Me aferré al pabilo humeante de la llama extinta de tu promesa de amor.

Mi suerte estaba echada, el destino siempre lo dictó tu voz;
Regresaste a darme un poco de felicidad en mis días grises,
Volviste para que tu vanidad sepa que seré tuyo eternamente;
Gracias te doy en esta lágrima que no pude contener,
Agradezco tu generosidad de enseñarme que aún te amo,
Perdóname por quererte toda, absoluta, entera y plena para mí.

Abandonaré el refugio, debo seguir la senda oscura, tu recuerdo será mi lámpara;
Me llevo la tristeza que esta noche se cuela hasta mis huesos,
Me llevo una pluma que tus alas dejaron cuando emprendiste el vuelo,
Me llevo una flor muerta para guardarla en libro que no escribimos,
Me llevo la última ración de vino para acordarme tus besos allá en la soledad,
Me llevo un rayo de tu sol para cuando llegue el final de mi verano.

El altar que un día te forjé en mi corazón se está derrumbando;
No vengas nunca más, una reina no debe pisar semejante desastre,
Poco a poco me iré extinguiendo en tu memoria, déjame morir en paz;
De vez en cuando iré a visitarte, en un suspiro, en una canción,
En una flor, en una caricia del viento, en un recuerdo,
Y para entonces sabrás, que ya estás muriendo dentro de mí.

Armando Chama Tlaxcalteco 

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