sábado, 17 de noviembre de 2018

LAS AVENTURAS DE LONAN.


Corría el año sesenta y seis. Yo, vivía en una casa grande y confortable que había construido mi padre, la cual, tenía un patio lleno de flores que siempre estaba rodeado de toda clase de animales. Se encontraba sobre un cerro apartado, cerca de las murallas de un viejo castillo.

A la edad de cuatro años yo era una nena flaquita. Siempre llevaba dos trenzas y, era muy espabilada. Ya leía perfectamente. Los libros me llevaban a esos lugares que de manera física nunca visitaría. Mi mundo era de fantasía, como el de Alicia en el país de las maravillas. Yo —a diferencia de la mayoría de los niños de mi edad— no tenía amigos imaginarios; no obstante, mi imaginación no era limitada. Yo…, era la princesa del cuento.

Esa tarde recibí una maravillosa visita:
—¿Cómo estás mi querida princesa? —Me preguntó aquel viejo indio americano.
—¡Asombrada con tu aparición! —Le dije dando saltos de alegría.
Llevaba un tocado de plumas de todos los colores y le acompañaba un enorme lobo gris.
—¡Buenas tardes! —Me dijo el lobo restregando su cabeza contra mi diminuto cuerpo— Mi nombre es Tala, que significa "lobo acechante".
—¡Hola! —Le dije con una sonrisa y los ojos muy abiertos por la sorpresa al escucharle hablar.
—¿Qué hacéis por aquí? —Pregunté.
—Estamos persiguiendo a un cuervo que nos tiene que dar información; él sabe dónde está mi hija Lonan ("Nube"; en su lengua nativa) —me contestó el Gran Jefe Indio Yanuk (“Gran oso polar")
—Venimos detrás de su rastro desde hace muchos meses —me explicó Tala.
—¿Dónde lo visteis por última vez? —Pregunté expectante.
—Está sobre uno de los muros del castillo, allí tiene su nido —me replicó Yanuk.
—¿Puedo acompañaros? Tal vez conmigo hable sin miedo, recordad que Lonan y yo nos parecemos mucho —le dije porque ambas acostumbrábamos llevar trenzas.

Nos dispusimos a ir los tres en busca del cuervo. Los muros del castillo eran altos y resbaladizos, por lo que tuvimos que entrar por un pasadizo angosto. Al cabo de un rato de ir a rastras, llegamos a una cueva con dos bifurcaciones.
—¿Por dónde iremos? —Pregunté inquieta.

Tala, olfateó en ambos caminos y Yanuk examinó las huellas.
—Debemos ir por la derecha —espetó el jefe indio para después lamentar—; pero es muy estrecho para nosotros.
—¡Yo iré! —Dije decidida, adentrándome si miedo.

Al final se veía la luz del sol que entraba tenue. Seguí andando; de repente, percibí un aleteo y un graznido. Me paré para escuchar; fue entonces que pude ver al cuervo encima de una gran piedra. Sobre el nido, había destellos brillantes de algunas joyas que el pajarraco había robado. Me acerqué sigilosamente y al verme, este gritó asustado:
—¡Lonan! ¡Qué haces aquí?, ¡si recién te he dejado amarrada en la otra cámara!
—He logrado desatarme; ¡ahora mismo vuelvo con mi padre! —Le dije fingiendo ser Lonan, suponiendo que el cuervo me estaba confundiendo.
—¡Cáspita! ¿Cómo has podido escapar? —Me dijo, esta vez gritando más fuerte, tanto, que sus palabras llegaron hasta el fino oído de Tala.
—¡Pronto, sígueme! ¡Que ya sé en donde tiene retenida el cuervo a tu hija! —Le dijo el lobo al Gran Jefe.
Ambos corrieron a rescatar a la pequeña Lonan. La encontraron maniatada; estaba llorando muerta de miedo.
—¡Papá! ¡Tala! ¡Qué alegría veros! —Dijo Lonan, y se abrazaron los tres.

Yo, miraba fijamente al cuervo al mismo tiempo que cogí el pequeño tesoro del nido. Volví sobre mis pasos para encontrarme con mis amigos.
—¡Tomad!, esto será vuestro —les dije al tiempo que les entregaba todo lo que había cogido.
—Gracias —me dijo Yanuk—, con la ayuda de estas joyas mágicas, volveremos a casa.

Y así fue como después de un ritual y de despedirse de mí:
—¡Cuídate, princesa! —Me dijo Yanuk.
—¡Nos vemos pronto! —Intervino Lonan, colgando de mi cuello un hermoso collar que ella misma había confeccionado. Tala no dijo nada, solo restregó su hocico por mi cara y, desaparecieron, no sin antes prometerme que volveríamos a vernos.

Moraleja: Se vale ser princesa, y también se vale ser valiente.

Loly Soler.

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