viernes, 29 de julio de 2016

LOS INSTRUCTORES


En los riscos de Bandiagara mil voces atonales ensordecen la noche.
Ganda observa boquiabierto mientras su madre sonríe orgullosa. Los hombres pájaro bailan con la vista clavada en las estrellas, mundos que les son conocidos desde que el tiempo fue tiempo. El fuego y la danza embriagan sus mentes. Fiel testigo de lo que acontece, Ganda aguarda.
El mundo renace para la tribu de los Dogon. Esperan el regreso de los Instructores, aquellos que les
enseñaron que la luna es seca y estéril, que Sigu Tolo brilla poderosa en la noche y que a su lado le acompaña la pequeña Po Tolo y la lejana Emme Ya. Saben que están allí porque les regalaron estos secretos y muchos más.
Cesan las voces, terminan las canciones. Un punto de luz crece en la oscuridad hasta esconder las
montañas. Ya están aquí. Ganda se aferra a la pierna desnuda de su madre. Una nube oscura hace acto de presencia. Su magia es tan poderosa que brilla cuando los ojospermanecen ciegos. La noche se hace día y un nuevo renacimiento aflora en el seno de la tribu. Son los señores de las estrellas, portadores del conocimiento. Descienden como dioses y se comportan como maestros. Han llegado desde lugares sagrados para revelar un nuevo secreto a sus hijos dignos.
Vuelve la oscuridad, retorna la noche. Se han ido. Una máscara en forma de cabeza de pájaro yace en el suelo. Ganda se apodera de ella y le da uso. Los hombres y las mujeres señalan con sus dedos hacia el cielo.
Saludan a una nueva estrella revelada.
Sólo ellos en todo el mundo conocen su existencia. Pasarán cien años hasta que en Europa un reputado astrónomo, eufórico en su ignorancia, le ponga nombre.

Marc Sabaté Clos (España)
Publicado en las revista digital Minatura 149

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