Larará, lararí, larará.
Yo fui un día,
flor del desierto, lluvia de vida.
Larará, lararí, larará.
Sigue cantando, aunque sea sin voz,
no pares, que no cese tu cántico interior,
tu mente necesita una melodía
para encajar los golpes,
para engañar al dolor,
para cegar el aullido de la impotencia.
Larará, lararí, larará
ya no siento la melodía,
mi cántico interior se está quedando mudo.
Esta vez ha ido demasiado lejos,
esta vez ha ido más allá.
Más allá debo estar
porque no hay luz, ni dolor,
ni humillación. ¡Se acabó la violencia!
Me estoy yendo. ¡Por fin!
Por fin ha llegado la hora del descanso.
Larararaaaa, laaaa.
Mi corazón ya no puede más, se apaga.
Mi corazón. Cuánto ha padecido
este músculo por equivocar los signos.
Signos de locura disfrazados de amor.
Los signos que no vi:
Mi madre abrazándome:
¡Hija, ven para casa una temporada!
Mi buena amiga suplicándome:
¡Déjalo que te va a matar!
¡Pero cómo puedes estar tan ciega!
Ahora ya descanso, La Parca
ha venido en mi ayuda.
Me ofrece sus manos de madre eterna.
En ellas quiero descansar,
descan, des…..
El forense certifica:
Asesinada por una paliza brutal.
Manuela Bodas Puente -León-
Publicado en Archivos del Sur
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