Ojos color sangre,
corazón en la garganta.
Estático ante la indolencia de la vida,
lo lejano de la muerte,
lo avasallador
del runrún de mi pecho.
Sin rastros de cordura,
mi piel como desierto,
imagen
de una virtud prescriptiva.
Sin armadura
y con un cayado,
me bamboleo por
la senda de la infelicidad.
No por elección,
sino por condición nata,
con esta soledad
enraizada a mi tuétano.
Latido a latido,
me ahogo en este
mar de falsos recuerdos.
Espejismo (cruel)
del día que seré feliz.
ERIC URÍAS -México-
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