El primer domingo de febrero,
del año que guardo con recelo,
las estrellas brillaban,
era verano y mi mundo tú,
con el vaivén de las olas,
y las caricias de galante señora,
te juro me enamoré,
me enamoré sin dar tiempo al tiempo,
aquellos labios dulces como la miel,
tus deseos y los míos corrieron por el suelo,
en un instante nos perdimos,
e hicimos del amor lo imposible,
y entre sábanas blancas sin aruñar,
por siempre te empecé amar,
era verano y mi mundo tú,
dos almas solitarias sin pudor,
dos corazones sedientos,
una pasión que gime,
y un lazo que ata.
Edwin Cruz Villegas -Costa Rica-
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