Me preguntaste antes de morir
(era una noche detenida
rondándonos abandonados
como si fuésemos únicos)
entre la vorágine que imaginábamos
multicolor y plena de respuestas
con un hilo de voz
que antes gorgoteaba en tu pecho.
Contesté con una mirada al infinito
(el túnel azulado del pasillo
que desveló la enfermera)
y te supuse habitando
el frenesí de una loca velocidad
que nunca tendría meta.
MANUEL JESÚS GONZÁLEZ CARRASCO
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