No es la ignorancia látigo humillante
que el frívolo filósofo restalla;
sólo si discursea, y no se calla,
merece varapalo el ignorante.
Nadie lo sabe todo, es importante
diferenciar tesoro de quincalla,
asumir nuestra altura, dar la talla,
y no ser, en nuestro ámbito, arrogante.
Saber que no sabemos es progreso,
aunque sepamos mucho. Es retroceso
juzgar que es nuestra toda la verdad.
Aún el sabio más sabio tiene tanto
camino a recorrer, que el desencanto
erosiona su propia dignidad.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
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