No sé dónde anda la cabra, la puñetera cabra. La busco bajo la almohada, debajo de la alfombra de la entrada, miro y remiro los estantes superiores de la biblioteca, o en el fondo de la más intransitable alacena. Imposible. Es como buscar el final del arco iris, y más difícil aún que meter a un camello por el ojo de la aguja.
Tampoco sé dónde están las soluciones a tantos problemas que afectan a la humanidad en general. Busco alternativas y sólo encuentro negativas y rechazos por parte de los que deberían tomar nota de los recursos disponibles. El capital se perpetúa a sí mismo, crece, degenera, y vuelve a perpetuarse, sin importarle ni un ápice las muchedumbres de desarraigados que quedan atrás. Predomina la competitividad, falta la solidaridad.
Supongo que, al final, lograré encontrar la cabra, o el final del arco iris e, incluso, podré atravesar, montado en un brioso camello, el ojo de la aguja, pero temo, más de lo que debería, que jamás veré convertirse al capital en humano, ni al gobernante en sensatez. Claro que, dicen, la esperanza es lo último que se pierde, pero Pandora la tiene bien oculta en la caja que cerró a destiempo.
Francisco J. Segovia -Granada-
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